DISPONEMOS LA TECNOLOGÍA PARA MANEJAR LOS RESIDUOS NUCLEARES

Juan José Gómez Cadenas, físico nuclear, responde a las dudas planteadas sobre el almacén de residuos nucleares

La construcción de un almacén temporal centralizado (ATC) de residuos nucleares ha despertado una de esas polémicas en las que los datos a tener en cuenta quedan eclipsados por la instrumentalización política, el miedo a todo lo que tenga que ver con la energía nuclear o el habitual “no en mi patio”. Según una reciente encuesta de Sigma Dos para El Mundo, el 61,4% de los interrogados piensa que la energía nuclear es necesaria para mantener el desarrollo en España, donde hoy día proporciona el 19% de la energía. Pero, a la vez, el 57,3% dice que no aceptaría que el famoso almacén nuclear se instalara en su municipio.

El Congreso aprobó en 2004, por unanimidad, la construcción del ATC. Pero, cuando ha llegado el momento de elegir la ubicación del almacén, ningún dirigente de comunidad autónoma quiere aceptarlo en su territorio. Para hacerse una opinión sobre los factores del problema preguntamos a Juan José Gómez Cadenas (Cartagena, 1960), catedrático excedente de Física Atómica y Nuclear, que trabajó durante ocho años en el CERN (Laboratorio Europeo de Física de Partículas), autor de El ecologista nuclear (España Calpe) y que está preparando un nuevo libro, Nuclear Energy without the hot air, con UIT Cambridge, que se traducirá al español probablemente como “Energía nuclear sin los adjetivos”.

— ¿Cuántos residuos producen las centrales nucleares en España?

—Varía de una central a otra. En promedio, del orden de 30 toneladas de combustible usado por central y año. Este combustible usado solo puede considerarse como residuos si se decide no reprocesar el combustible. En caso de que el combustible se reprocese (como ocurre en Francia) se separa el uranio, que constituye la mayor parte de la masa del combustible gastado, de los genuinos residuos radioactivos que quedan reducidos a una tonelada por central y año.

Los modos de guardar los residuos


—¿Qué alternativas existen para guardarlos? ¿Dónde se han guardado hasta ahora?


— El combustible gastado recién salido del reactor es muy radioactivo. Conviene por tanto mantenerlo en piscinas en el interior del reactor durante un tiempo no inferior a 5 años y que puede extenderse por 2 o 3 décadas. Durante ese tiempo los residuos pierden una gran parte de su calor y de su radioactividad.

El siguiente paso suele ser almacenarlos en depósitos secos, esto es, encerrarlos en un bidón metálico (normalmente de acero) y empotrarlos en un sarcófago de hormigón. Estos depósitos secos pueden almacenarse en ATCs o en las mismas centrales.

En último término la solución, aceptada tanto por la industria como por los científicos, es depositar los residuos en almacenes geológicos profundos, bien aprovechando formaciones naturales, bien perforando agujeros profundos (1 a 2 km en roca granítica).

—¿Cómo se guardan en otros países los residuos nucleares? ¿Tienen una solución definitiva?

—En piscinas, depósitos secos, ATCs y en ocasiones en depósitos subterráneos temporales. Hay dos países, EE.UU. y Finlandia que están poniendo a punto repositorios geológicos que deberían entrar en funcionamiento en los próximos cinco a diez años.

La solución definitiva sería en todo caso los depósitos profundos. Mi opinión personal es que los agujeros profundos, excavados en roca granítica (utilizando perforadoras de petróleo), son la mejor solución. Esta propuesta está siendo impulsada, por ejemplo, por el MIT.

Un detalle importante: preocupa a menudo la larga vida –de decenas o centenares de miles de años– de los residuos. No obstante, a profundidades de varios kilómetros en formaciones estables como roca granítica, los tiempos relevantes no son “el tiempo de la superficie terrestre”, donde un siglo puede ser una medida significativa de cambio, sino el “tiempo geológico”, que se mide más bien en millones de años sin cambios.

Este ultimo punto se ha descubierto con el descubrimiento de los reactores naturales de Gabón. Se trata de formaciones ricas en uranio y agua que sostuvieron una reacción en cadena de forma activa hace unos dos mil millones de años. Los residuos producidos como consecuencia de dicha actividad no se han movido de sus emplazamientos durante todo este tiempo.

Productos tóxicos, pero controlados


– ¿Ha habido algún accidente en el mundo debido al deterioro de los almacenes de residuos nucleares o se ha observado algún efecto negativo sobre la salud de la población?

– No.

—¿Un almacén nuclear implica más o menos riesgo que una central nuclear o que otras instalaciones de producción de energía?

—Ciertamente menos riesgo. En una central nuclear hay una reacción en cadena activa (y controlada). El gas natural en nuestro país implica el transporte de gas natural en estado líquido y la regasificación de este combustible, lo cual supone un riesgo mucho mayor que el que involucra una central nuclear. En contraste un ATC almacena productos tóxicos, pero fuertemente aislados del medio ambiente.

Las barreras que aíslan estos productos tóxicos de la cadena trófica (cadena alimentaria) son: a) la cerámica de las pastillas de combustible gastado, muy resistentes al esrtrés y la temperatura; b) las varillas de zirconio que encierran estas pastillas; c) un barril de acero o titanio que encierran estas varillas; d) un sarcófago de hormigón armado que encierra los barriles y e) las estructuras de contención del propio ATC.

La probabilidad de que todas estas barreras fallen de forma simultánea es ridículamente pequeña. Si esto ocurriera sería aún necesaria la presencia de mecanismos que transportaran los isótopos radioactivos al agua o los alimentos. La “radioactividad” no se propaga por el aíre como si fuera un gas y los productos radioactivos sólo son tóxicos si se ingieren o se inhalan.

— James Lovelock decía que una ventaja de la energía nuclear es “lo fácil que resulta controlar los residuos que produce” en comparación con los combustibles fósiles, que, para la misma cantidad de energía producida, producen muchos más residuos en forma de dióxido de carbono, que va a la atmósfera. ¿Por qué esta diferente percepción del riesgo de los distintos tipos de residuos?

—Una central térmica produce 8 millones de toneladas de CO2 al año. Si el CO2 se considera un residuo peligroso (dado su contribución al cambio climático), habría que capturar, transportar y almacenar –también en depósitos geológicos– esta cantidad. Por el contrario, una central nuclear produce 30 toneladas al año de residuos sólidos (1 tonelada si se reprocesa). La diferencia es, por tanto: una tonelada de vidrio radioactivo, que cabe en un metro cúbico, frente a 8 millones de toneladas de gas, que requieren enormes depósitos subterráneos.


La percepción pública del riesgo de los residuos nucleares está asociada al concepto de la peligrosidad de la radioactividad y muy en particular a la superstición de que la radioactividad de los residuos puede propagarse por el aire a grandes distancias. En la práctica, el reducido volumen de los residuos y las barreras de ingeniería que pueden construirse –debido a su estabilidad– hace que sean mucho “fáciles” de manejar. En otras palabras, disponemos de la tecnología para hacerlo, lo cual no es el caso para el almacenamiento y captura de CO2.

Almacén con cien años de vida


– ¿Es conveniente exigir la reversibilidad, es decir, la posibilidad de poder retirar en cualquier momento los residuos radioactivos de los depósitos subterráneos?

— Una mejor estrategia es mantener los residuos en ATCs durante un tiempo que puede ser tan largo como 100 años, lo cual permite, a) que se enfríen considerablemente, b) que pierdan una parte importante de su radioactividad. La consecuencia es que, al cabo de estos 100 años es posible compactificarlos más. Otra razón para mantener los residuos en ATCs es que puede decidirse reprocesarlos en cualquier momento.

La reversibilidad en depósitos subterráneos depende de la estrategia. Si se utilizan agujeros profundos, la reversibilidad no es una opción práctica. En depósitos que aprovechan formaciones geológicas esta opción es viable. Sin embargo, el uso racional de los ATCs elimina en gran medida la cuestión. La idea es almacenar los residuos en superficie –de manera reversible– hasta que se decida, a su debido tiempo, disponer de ellos en agujeros profundos –irreversiblemente–.

– El Almacén Temporal Centralizado (ATC) que se proyecta en España es una instalación con una vida máxima de 100 años, mientras que los residuos seguirán siendo altamente radioactivos durante mucho más tiempo. ¿No estamos transfiriendo el problema a las próximas generaciones?

—No. Como ya he explicado, 100 años es un tiempo muy razonable para que los residuos se enfríen y además da ocasión a que las técnicas de reprocesamiento y perforación de agujeros profundos se abaraten. Realmente, el problema que estamos transfiriendo a las futuras generaciones es el del cambio climático.

Aceprensa