“La nueva ley del aborto es parte de un proyecto ideológico del Gobierno socialista que supone la corrupción del Estado, de la democracias, de la sanidad y de los menores de edad”. Así de contundente se manifestó monseñor José Antonio Reig Plà, obispo de Alcalá de Henares, en un encuentro con destacados empresarios madrileños celebrado en la Casa de América.
El prelado, que además es presidente de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida, desarrolló una impresionante ponencia en la que diseccionó la llamada ley del aborto pero que, en realidad, consta de dos partes muy concretas y distintas aunque tienen el mismo fin: por un lado la “Salud Sexual Reproductiva” y, por otro, la de Interrupción Voluntaria del Embarazo.
Pero antes de ello expuso con todo detalle el proyecto ideológico que lleva a cabo el Gobierno desde el primer momento en que llegó a La Moncloa su presidente José Luís Rodríguez Zapatero. Este proyecto no es otro que el adoctrinamiento de la sociedad para transformarla de acuerdo con los esquemas desarrollados bajo el patrocinio de las Naciones Unidas y de sus agencias especialistas que cristalizó en la Conferencia de Pekín, hace quince años.
En esta conferencia, cuyos contenidos fueron denunciados por los representantes del Vaticano que estuvieron presentes, se adoptaron una serie de acuerdos propuestos por el feminismo más radical y que se condensan en la “ideología de género”. Aunque aún es bastante desconocida por el conjunto de la sociedad, esa ideología la ha hecho visible el Gobierno laicista de Zapatero con sus leyes de ingeniería social que son el núcleo de su proyecto adoctrinador de la sociedad.
Reig Plá las enumeró y comentó una por una estas leyes para que no existiera duda sobre ese proyecto perverso. Son las referidas a la violencia de género, la de reproducción asistida, la del “matrimonio” homosexual, la del divorcio-express que equivale al repudio, la de bioética, la del aborto y la que ya se prepara de reforma de libertad religiosa que será, en buena medida, la culminación del proyecto. Nada de ello ha sido improvisado sino metódicamente aplicado aun a costa de retorcer la propia Constitución o las sentencias del Tribunal Constitucional, como ha ocurrido con el aborto libre.
A propósito de la “salud sexual”, contenida en la ley del aborto, monseñor Reig Plá subrayó que su objetivo es introducir todo el sistema anticonceptivo en el ámbito de la educación, de manera que desde la enseñanza primaria, los niños sean inducidos a utilizar el sexo con un propósito que puede asimilarse a la corrupción de menores. Así, a los niños se les enseñará que no hay diferencia sexual entre ellos, que pueden emparejarse según su voluntad e incluso elegir su sexo en la medida que se niega la diferencia para dar primacía a la igualdad.
Así, al igual que se pretende corromper a los menores, también se intenta hacer lo mismo hasta con el sistema sanitario ya que la ley de Salud Sexual prescribe la enseñanza de la practica del aborto en los estudios de Medicina. Todo esto supone, a juicio de Reig Plá, un golpe a la línea de flotación de la sociedad española con el envoltorio de una “revolución cultural” que implica un cambio de terminología, ya visible en el lenguaje “políticamente correcto”.
En este contexto, el enemigo a abatir por el laicismo y la ideología de género es la Iglesia Católica, única entidad que está dando la batalla mundialmente en favor de la vida, la familia y la dignidad de la persona, consideradas como absolutos morales.
Ante este panorama, la pregunta que surgió entre los asistentes fue ¿qué hacer? La respuesta ya la está dando buena parte de la sociedad civil cuya movilización en defensa de la vida y de los valores morales empieza a dar sus resultados. Por primera vez, por ejemplo, no son solamente los católicos de a pié los que se ocupan de dar testimonio públicamente de sus convicciones morales, sino las asociaciones científicas, jurídicas e intelectuales. Los manifiestos en defensa de la vida, hechos públicos por diversas entidades en los últimos tiempos, vienen a abrir una puerta a la esperanza, aunque el camino aún sea largo. Sobre todo, porque el proyecto del Gobierno de Zapatero forma parte de un proyecto global patrocinado por la ONU y que en España ha sido especialmente cuidado para que sirva de modelo a los países hispano-americanos.
M. CRUZ (ANÁLISIS DIGITAL)