El amor está en lo pequeño

1. A lo grande se llega por lo pequeño. 2. Cuando hay amor, todo es importante. 3. Hacer el propósito de no olvidarnos de Dios cuidando los mandamientos.

1. A lo grande se llega por lo pequeño. Para lo bueno y para lo malo. Si uno quiere ser grande, tendrá necesariamente que cuidar cada una de las pequeñas cosas que componen su vida cotidiana. Las peores traiciones se alcanzan por un camino idéntico: se descuidan primero algunas cosas pequeñas, luego, otras más grandes y, finalmente, se acaba dudando de la importancia de la fidelidad y de la lealtad. A lo grande se llega por lo pequeño, para lo bueno y para lo malo.
En muchas ocasiones nos «acostumbramos» a nuestras cosas malas. Y no nos parece mal: sencillamente pactamos a la baja. Sin embargo, Jesús nos dice en el evangelio de hoy que «el que quebrante uno de estos preceptos menores será el menor en el reino de los Cielos» (Mt 5, 19). Digamos que al Señor no le satisfacen estas «reducciones en la entrega», no tanto porque quiera hacernos la vida difícil, sino porque quiere llevarnos muy arriba.
Pacto a la baja: consiste en dejar de rezar un día que no nos apetece; en levantarse por la mañana una y otra vez mucho más tarde de lo que debiéramos; en retrasar las obligaciones generando de ese modo un agobio que hace que nuestro carácter sea duro o agrio... y poco a poco hacer de todo esto una costumbre en absoluto mal vista y perfectamente tolerable.
Cuaresma: tiempo de cambio. ¿En qué cosas veo que he rebajado la exigencia? ¿Y Tú cómo lo ves? No tengas miedo de preguntárselo a Jesús.

2. En tiempos de Jesucristo, los judíos discutían constantemente sobre cuáles eran los preceptos más importantes de la ley. Les preocupaba mucho distinguir unos de otros; lo que en el fondo querían era –a la larga– no prestar atención a aquellos que resultaran menos relevantes.
El Maestro salda la discusión de un modo muy tajante: todos los mandamientos son importantes. Esto hay que entenderlo bien: todos son importantes, no porque el Señor quiera imponernos miles de pequeñas cargas, sino porque, para el Amor, todo es importante. Lo han cantado siempre los poetas:

«En tanto que el amor dura,
toda locura es fineza;
después que el olvido empieza,
toda fineza es locura»[21].

Cuando uno está enamorado, son precisamente las cosas pequeñas las más valoradas. Cuando un chico tiene un detalle con la chica a la que quiere, aun siendo una cosa absurda o pequeña, ella experimenta una alegría interior muy grande. Considerará con satisfacción y con razón que ese chico se ha acordado de ella. Las madres se emocionarán siempre cuando su hijo pequeño les regale, el día de su cumpleaños o el día de la madre, una flor de papel. No importa el coste: importa el cariño.
Los pequeños detalles dan muestra de la dimensión del amor, porque muchas veces son manifestación de que el amado está siempre en el corazón de la persona que le quiere. Las obras concretas son expresión de algo mucho más bonito: él siempre piensa en mí... me tiene todo el tiempo en su cabeza.
Ese es el sentido de los mandamientos cuando se tiene espíritu de enamorado. Cada precepto, por pequeño que parezca, es una ocasión para dar a Dios y a los demás una muestra de afecto, de cariño, de amor.
El discípulo amado lo comprendió perfectamente, porque sabía amar. En su primera epístola describe esa dinámica: cuando hay amor, cumplimos los mandamientos de Dios, y precisamente entonces nos parecerá que «sus mandamientos no son costosos» (1 Jn 5, 3). ¿Por qué? Porque hay caridad. Es lo mismo que ocurre con las personas que se quieren: estas «muestras de cariño» tienen sentido.
Nuestra indiferencia ante los pecados veniales bien puede ser, en este orden, una muestra de nuestra falta de amor, porque descuidamos lo pequeño, como si no tuviera importancia... y entonces descuidamos el amor de verdad.

3. En la primera lectura leemos esta relación que existe entre el amor y los mandamientos. Dios dice a su pueblo que deben ser una nación orgullosa, porque ninguna tiene tan cerca de ellos a sus dioses. ¿Qué nación tiene a su Dios tan cerca como lo tenemos nosotros? (cfr.Dt 4, 7). Saben que Dios los sacó de Egipto, donde eran esclavos, y los llevó a una tierra buena donde pueden adorar a Dios y vivir pacíficamente. Saben que Dios es bueno. Saben, dicho coloquialmente, que Dios está por ellos —está con ellos, pendiente de ellos.
Pero es Dios mismo quien les advierte. Él hizo muchas cosas por su pueblo: abrió el Mar Rojo para que pasaran y bloqueó ahí a sus enemigos, les alimentó en el desierto con el maná, con codornices, les dio de beber... y, sin embargo, el pueblo puede convertirse en un ingrato y apartar su corazón del amor de Dios, como de hecho sucedió. Le dijo a Dios: ya no te necesito. Y eso no nos puede escandalizar: tantas veces lo hacemos tú y yo. Basta con abandonar los mandamientos.
No es que Dios sea muy rigorista o que la Iglesia «se pase» con tantas normas... No. Considera que el amor tiene sus reglas. En el amor humano no nos extraña: un chico enamorado que empieza a salir con otras chicas, a jugar con la tentación aquí y allá, a buscar solo su propio placer o su bienestar... es cuestión de tiempo. Su amor se apagará y la otra persona pronto se dará cuenta de que ya no es todo para él.
El amor de Dios no es distinto: es amor. Por eso, es necesario que los que nos sabemos cristianos volvamos a enamorarnos de Dios, y queramos cumplir con delicadeza cada una de las más pequeñas exigencias del amor. Es necesario que digamos cada día –hoy, ¡ahora!– un «no» grande al pecado venial. Hemos de recuperar la ilusión de luchar a diario en lo pequeño.

EVANGELIO

San Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».