“Cuando salgo a un plató pienso en los enfermos de los hospitales que, al otro lado, necesitan una sonrisa”

Los medios que ha pisado distan entre sí años luz. Lleva toda su vida trabajando en emisoras y canales públicos y privados, con Gobiernos de izquierdas y de derechas, y dice que en todos ha encontrado personas maravillosas. Ya se ve que, o en la tómbola del mundo ella ha tenido mucha suerte, o es más bien su mirada hacia todas esas personas la que es excepcional. Y, si los ambientes en los que se ha movido han sido de lo más multicolor, lo que no ha variado ni un ápice es la firmeza de sus convicciones, que ha defendido siempre, con idénticas palabras, en la China y en Tombuctú.

-Usted es uno de los principales apoyos de Teresa Fernández en el magacín de la tarde de Intereconomía TV. ¿Cómo se presenta la temporada en Mucho que decir?

-Vamos a seguir con la escuela de padres, que es algo que a mí me fascina, y vamos a hacer una sección de lujo: el mejor coche, el mejor hotel, la mejor persona, el mejor estudiante… Lo que la audiencia quiera. Hablaremos de todo lo que sirva para ayudar a los demás a ser felices y a solucionar sus problemas.

-Su trayectoria en los medios de comunicación es larga y de lo más variopinta. ¿Cuál ha sido su trabajo más importante?

-El trabajo más importante de mi vida ha sido tener mis cuatro hijos, no lo cambio por nada.

-¿Cómo ser madre de familia numerosa y profesional de éxito, y no morir en el intento?

-Con la ayuda de un marido. Cuando empecé a trabajar en el 78, le dije a mi marido: cuando yo falte, estás tú. Y mis hijos nunca estuvieron solos.

-Fue madre con 20 años. Eso ya no se ve por el mundo.

-Yo me casé en mayo y mi primogénito, Alberto, nació en marzo del año siguiente. ¡Qué alegría! Es lo más maravilloso del mundo.

Cuando pasa el tiempo y oyes a un hijo de 35 años decirte: “Madre, te quiero”, no lo cambias por nada. Y ver que van por buen camino. Cuesta mucho educar. Por eso escribí tres libros sobre el tema, cuando estaba sufriendo las salidas nocturnas de la noche, que fue tremendo. Me cogía el coche con el camisón y el abrigo y me iba a las discotecas para decirles: “Que salgas ahora mismo”. Porque yo veía lo que había.

Ahora prepara el quinto libro para Martínez Roca: Soluciones del hogar, donde cuenta que la clave para trabajar a tiempo completo y no descuidar la casa, claramente, es el orden.

-¿Qué aporta formar una familia?


-La madurez, la alegría, la responsabilidad, el miedo… Con los hijos se pasa miedo desde que nacen. Lo único que te importa es que no les pase nada. Y matas por que nadie les haga daño. Dejas tu vida, diversiones, ratos libres, tu dinero, para formarles y luchar por ellos. Lloras mucho, pero es lo más bonito que existe.

-¿Ha llorado mucho en la vida?

-Yo sí. Por ellos, por las notas, por no poder estar a su lado…, pero se lo explicas por la noche, rezando al ángel de la guarda.

-¿Cómo influyó el ejemplo de su familia a la hora de formar una?

-El ejemplo de mis padres -un matrimonio enamorado a muerte- ha marcado mi vida. Me enseñaron lo que es el amor. Creo que existe para toda la vida y lo seguiré creyendo. Mi padre nos enseñó a los seis hermanos a pasárnoslo bien, y también el valor de trabajo. Mi madre, con 87 años, sigue siendo una prueba de que Dios existe. Es un ejemplo de voluntad, de sonrisa. Tiene ilusión. Dice: “¿Me va a durar esta tos toda la vida?”. Y yo: “Pero mamá, que tienes 87 años…”.

-Eso del matrimonio para toda la vida no está muy de moda. Y menos en el mundo de la farándula, por el que usted se ha movido. ¿Es por dentro tan bonito como lo pintan?


-No es bonito. Es como cualquier casa de vecinos. Hemos visto dramas terribles de gente de la farándula. Son seres humanos, que a lo mejor no han tenido las mismas oportunidades que nosotros para tener una formación. Se equivocan, pero ¿quiénes somos para juzgarles? Hay que intentar ayudarles. Por eso tiene que haber una televisión que lo haga de otra manera: a mí me parece muy bien que usted hable de fetichismo…, pero déjeme decirle que hay más de un 80% de personas que sueña con las manitas, con darse un beso y llegar al altar. Es lo normal.

Sobre los programas de corazón que inundan hoy la oferta televisiva, está convencida de que todos los vemos alguna vez y negarlo es una hipocresía. Cree que hay que hacerlo con mentalidad crítica y evitar que los vean los niños porque “hay muchas cosas que deforman la conciencia de las personas”.

Y tiene claro que si la cuota de pantalla de esos programas es arrolladora, tan culpable es el que lo ve como el que lo pone. Ella fue contertulia de Tómbola y guarda también buenos recuerdos, pero decidió dejarlo “cuando se metieron con el tema cristiano”. Una de las etapas que más se recuerdan de su trayectoria es su trabajo con Mª Teresa Campos. La conoció en una tertulia que ella organizaba, en la que participaban también Carmen Rigalt y Rosa Villacastín. Allí defendió sin el más mínimo reparo la virginidad hasta el matrimonio. A la semana, Mª Teresa le ofreció ser su contra en el debate Apueste por una, en TVE.

-¿Cómo fue trabajar con ella?


-El día que empecé, en maquillaje se me caían las lágrimas. Pensé: no puedo, estoy loca. Y entonces me vinieron a la cabeza los enfermos en los hospitales. Me di cuenta de que había gente mucho peor que yo y que tenía que intentar que fueran felices. Cuando salgo, aún pienso en la gente que necesita una sonrisa. Teresa es una mujer con muchísima personalidad, y difícil, pero la quiero como a una hermana, con sus defectos, como ella a mí.

Por aquel entonces, tenía 39 años y llevaba más de 20 sin parar de trabajar. Su primer empleo fue en Aviaco, con 17 años. También hizo de dama de la Cruz Roja. Antes de casarse trabajó con Joaquín Garrigues Walker, de secretaria ejecutiva. Después, cuando ya tenía tres hijos, la fichó Josemaría de Areilza, en 1978, para formar parte del partido -que más tarde se integraría en Alianza Popular- Acción Ciudadana Liberal, con el que se vio dando un mitin ante 600 personas. De ahí pasó a trabajar en Rumasa y le tocó vivir el mazazo de la expropiación.

-¿Qué recuerdos tiene de la familia Ruiz-Mateos?

-Los amo. José Mª es otro maestro y aprendí de él. Era generoso, justo, reconocía el trabajo de los demás. Y Teresa es espectacular.

Ha demostrado ser una estupenda presidenta del Rayo, anunciando Dhul, llevando adelante a tantos hijos y manteniendo la familia unida.

-Después de ocupar puestos de responsabilidad en el área de negocio del vino y de los hoteles, que lanzó con gran éxito en Rumasa, fue la jefa de prensa de Ruiz-Mateos. ¿Cómo vivió aquello?

-Duramente. Había que seguirle en sus aparentes locuras. A veces me enfadaba con él y me decía: “Tú no entiendes”. Luego está demostrado que acertaba. Le fui poniendo en contacto con los periodistas, para que entendieran que no era un delincuente, sino un hombre maravilloso.

Después la fichó Occidental Hoteles como directora de comunicación y empezó a darles vida. Consiguió que personajes como Cela o Luis del Olmo fueran habituales del Miguel Ángel. Lo convirtió en la sede de la Peña Primera Plana, de los periodistas del corazón, y después del grupo Crónica, con Pilar Cernuda o Carlos Dávila. Y compatibilizó este trabajo con el de Televisión Española y con el de Radio Nacional, donde estuvo 14 años… “Hasta que llegó Zapatero y nos quitaron a todos de en medio”, recuerda.

Sónsoles Calavera